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Diego Medrano publica en elcomerciodigital.com con fecha de 7 de noviembre de 2009 el siguiente artículo sobre la poesía reunida de Roger Wolfe publicada por Huacanamo:
Merece la pena la inmersión con halo de zumo lunar en la obra del inglés de nacimiento, y casi ovetense de adopción, y madrileño de todos los vicios, Roger Wolfe (Westerham, 1962): 'Noches de blanco papel. Poesía Completa 1986-2001' (Huacanamo). Citas de Machado («La poesía es el diálogo de un hombre con su tiempo») o de William Saroyan («Es sencillamente imposible insultar al género humano sin sonreír al mismo tiempo») que abren el tocho acalambrado e insurgente por diferentes etapas (maravillosos los libros 'Días perdidos en los transportes públicos' o 'Hablando de pintura con un ciego'). Una poesía muy de silencios, muy de ausencias, muy de ser domingo y no tener dónde comprar pan, muy de casa vacía y sólo el sonido de los electrodomésticos, muy de botes de cerveza y de bebida barata, muy de soledades eléctricas. Tomemos su poema 'Solo': «Es como siempre/ habías querido/ estar/ y no podías/ hasta que/ de repente/ lo estás/ y entonces/ ya no quieres/ estar solo/ pero claro/ quién no quiere/ lo que no tiene». Mis preferidos son los poemas que hablan de dinero, de la nada de dinero en la vida del poeta a flote no sé sabe muy bien cómo, por qué. Brevísimo y casi un puñetazo su poema 'Dinero': «Para comprar tiempo./ Para comprar olvido/ y olvidar el tiempo». Otra enfermedad -la poética- en mitad de todos los cismas. Vayamos a su poema 'Enfermo': «Estoy enfermo./ Días enteros sin salir de casa./ La cabeza se me va./ Me relajo/ con pornografía y tranquilizantes,/ cigarrillos y café. Extrañas/ mezclas./Hoy he puesto la tele./ Una señora que quería volarle/ la tapa de los sesos a alguien/ y luego restregárselos por la cara./ La de ella./ Más muertos. Más cigarrillos,/ tranquilizantes y café./ Enfermo. Es evidente».
Una poesía de vaso frío de agua entre grandes catástrofes; de odios hacia los ceniceros atestados de cáscaras de pipas cuando no queda un sólo número que marcar. Poesía de lluvias y lecturas/escrituras siempre húmedas, mojadas. La ciudad como fiambre al que estudiar a dos centímetros de la jeta. La voz de algunas prostitutas como sencillos mirlos y el encendedor que cobra vida, como ese disparo que no siempre, arma en mano, nos atrevemos a dar. Poesía de semáforos torpes y las mentiras de mamá o papá. Un genio, en voz baja.
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